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Ícaro

Rarezas

Una canción no es nada, apenas un suspiro, un grito, una llamada de atención o de auxilio, un sentimiento, tres minutos para soñar, para pensar, para bailar, para sentirte cerca de alguien, para sentirte vivo, feliz, enamorado. Una canción no es nada, ¿pero qué sería del mundo sin canciones, qué sería de la vida, qué sería de nosotros? Las canciones guardan nuestra memoria más íntima. Nos hablan del primer beso, del primer amor, de la primera herida, de la primera rebeldía, del primer asombro. Están hechas de la materia de los sueños, pero también de la vida, de experiencias comunes, de cosas que todos alguna vez hemos sentido, vivido, soñado. Ortega dijo que los grandes poetas nos plagian porque nos cuentan en sus versos lo que todos sentimos y no sabemos expresar. También las grandes canciones nos plagian porque nos dicen lo que en el fondo ya sabemos. Una canción no es nada, sólo eso, un espejo en el que puedes verte por dentro un instante. No puede parar un tanque. Sólo puede partirle el corazón al guerrero que lo conduce. No puede cambiar el mundo, pero puede hacerlo más humano, más feliz, más hermoso...

Jesús Quintero

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